viernes, 24 de abril de 2020


23F, 13 maldito, Feliz Cumple ...

Pandemia en el mundo. Los avisos llegaban por radio, tele, redes sociales, conversaciones con los amigos, sobremesa (…) Ojalá no nos llegue, decíamos. –Improbable, es solo para Asia y Europa-. Basta con cerrar nuestras fronteras y listo. Ni el virus ni nadie entrará.
¿Premonición o qué? 23F, primer caso positivo en Ecuador. Los medios se hicieron Ankaylli (Eco). En Guayas, decían; en Babahoyo, señalaban. Y un viento helado comenzó a recorrer nuestro cuerpo. Domingo, otro 23F recuerdo de la primera gran derrota del gobierno de Rafael Correa en las seccionales. Otra vez, viento helado, acompañado por la piel de gallina. Ese día cumplí 49 años y la familia me regocijaba con su cariño. 49 años. El día de mi ‘Cumple’ el Covid-19 llegó al país; ya tenemos una persona enferma. 49 años, ¿qué significado tiene? Para los supersticiosos la suma de los dos dígitos da 13; 13, el número maldito, 13 la cifra de la muerte, 13 la cifra de la destrucción.
Como la mayoría, le prestamos importancia, pero creo que no la suficiente, hasta que los casos empezaron a reventar ‘como canguil’. Las siguientes semanas, las actividades continuaban en medio de la cotidianidad. Desde China llegaban imágenes de enormes monstruos de cemento en medio de avenidas vacías. Asepsia en hospitales que desbordaban su capacidad para atender el impresionante número de contagios. Y, nosotros acá nos manteníamos: –Improbable, es solo para Asia y Europa-.
Poco a poco, nuestra rutina fue cambiando. Pegamos la mirada a la tele, el oído a la radio o los dos ojos al móvil para ‘enterarnos’. Algo estaba ocurriendo, como las nubes negras que avisan una tormenta. El viento soplaba y las dirigía a nuestras ciudades; soplaba y poco a poco iba metiéndose en la geografía. Antes que diera un mes del primer caso confirmado, ya la oscuridad de la pandemia había cubierto el mar, los ríos, las montañas, los volcanes que lucen mansos frente a la voracidad del virus. ¡Nada lo asusta…! Los asustados fuimos nosotros o todavía lo somos. Enarbolamos banderas y compartimos un solo grito que se transformó en universal #Quédate en casa.
Una semana y media después, la vida nos cambió. Cuántos niños y jóvenes renegaban por ir a la escuela, al colegio, a la uni. Los más grandes al trabajo. Hoy nadie puede acudir para aprender y encontrarse con los amigos, con las amiga.
Cómo los extrañamos

(Propiedad de Julio Bravo Mancero)


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